Mi convento flotante

08 enero 2010

«MI CONVENTO FLOTANTE»

A lo largo de mi pequeña historia por este mundo me ha tocado, con frecuencia, encontrarme en el camino con personas mayores. Me refiero a personas con cierta edad pero con juventud. Entre ellas al P. Isorna, que ahora ronda los noventa años. En las siempre sabrosas conversaciones con el fraile franciscano, alegre y dicharachero, con buen humor, habla de lo que sabe: de la vida. Porque la ha, valga la redundancia, vivido, la ha saboreado. Y por eso permanece en lo que él llamó Mi convento flotante, con los ojos puestos en nuevos puertos. La otra semana nos contó su viaje a Cuba, antes de que subiera al poder Fidel Castro, del que dijo que había estrechado la mano en el patio del convento de los franciscanos de Santiago de Compostela cuando vino de visita oficial, como jefe de Estado a Galicia.
Cuando iba en el barco escribió unas notas para EL CORREO GALLEGO que se titulaban Mi convento flotante. «Y en Cuba me recibió la sra. Hortensia Martínez Amores», cuenta el fraile, catedrática de Psicología de la Universidad de la Habana. «Hace mucho que no sé nada de ella. Recuerdo que me envió dos o tres cartas, pero luego triunfó Fidel Castro y dejaron de llegarme, pero no me extraña, porque en la última me escribió lo siguiente: Usted sabrá lo que es el infierno por teología, yo lo estoy viviendo».
El P. José Isorna es un sabio que conoce la vida por experiencia. Y ahí está la diferencia entre un viejo y una persona mayor. El primero se queja constantemente de su edad y de que ya no sirve para nada. El otro ha saboreado la vida, la mira con perspectiva, sacó sabiduría de esas vivencias y sigue su camino, embarcado en nuevas mareas. Así como Isorna que permanece en su convento flotante, con sus proyectos, con sus Misas, con su cargo en el Arzobispado de Santiago de Compostela.

Fuente:

http://www.pastoralsantiago.org/2010/01/mi-convento-flotante.html

continúa el artículo en El Correo Gallego de esta forma:

Lágrimas tiempos pasados

Los viejos, por el contrario, se quedan en el puerto sin siquiera intentar zarpar, lamentándose, quejándose y llorando por algo que ya se fue. Unos flotan y navegan, se mueven, evolucionan. Los otros, hundidos por el pasado, son pesos muertos que van cada día más al fondo de las aguas. Tenía razón Hortensia, no es lo mismo hablar del infierno en teoría que vivirlo. Algunos pasan por la vida conociéndola de oídas, por lecturas o palabras de otros y cuando se meten en el mar naufragan y se ahogan. Los demás navegan por las horas que Dios les ha regalado de puerto en puerto, de puesta de sol en puesta de sol, de horizonte en horizonte, tostándose y enriqueciéndose. Se mueven, están vivos.

Ahora que recién estrenas año, te invito a que dejes el puerto de la pereza y la seguridad y subas al mar de la vida y escribas desde la experiencia, un diario, como el de Isorna, que se titule Mi Convento flotante.

Fuente:

http://www.elcorreogallego.es/santiago/ecg/convento-flotante/idEdicion-2010-01-08/idNoticia-503634/

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