Nos tomamos unos mates, con un buen amigo, mientras cuenta la historia de una de sus hijas: ─Entre mis hijas, la mayor siempre fue la más independiente, la más segura, la más firme…, pero tampoco fue fácil ese periodo. A los diecinueve años me dijo: ─Papá, quiero ser independiente, me mudo, me voy a vivir sola…
─ ¿Fue difícil, para ti, como padre, esa decisión?
─No tanto. Porque siempre quise que mis hijos creciesen independientes y libres. Ahora sí, le aclaré muy bien los puntos, porque si quería independencia, era eso, independencia, no una “semiindependencia”.
─ ¿Una “semiindependencia”?
─ ¡Obvio! Le dije. Vas a ser independiente, tienes capacidad, sé que lo conseguirás, te apoyo. Pero eso no significa una “semiindependencia”. Es decir, en lo cotidiano dependes única y exclusivamente de ti. Puedes contar con “papi” para alguna situación extra, pero para todo lo demás, eres tú la responsable. No es que, cuando te convenga eres independiente y cuando no, dependes, de nosotros, eso no.
─ ¿Lo entendió?
─Le costó un poco. Al principio se enojó conmigo y estuvo unos días sin hablarme. Sobre todo cuando le dije que no le iba a dar dinero para la comida, ni nada de traer la ropa para lavar a casa de nuevo….. Ahora bien, le dejé también muy claro que, si alguna vez, de forma extraordinaria, ¡obvio!, si se enfermera o algo así, que contara conmigo. En seguida se dio cuenta, es muy inteligente, y aceptó la situación. No solo la aceptó sino que más tarde cuando le pasó el enojo me lo agradeció. Trabajó, estudió y nunca más me pidió nada.
Después de la charla salí a dar un paseo al parque de la casa. Todavía retumbaban las palabras claras de mi amigo sobre la decisión de su hija mayor. Y vinieron a mi mente tantos jóvenes que quieren la “semiindependencia” pero la llaman y confunden con la “independencia”. Hablan mucho de ser libres, para lo que les conviene, para lo fácil, pero luego cuando tienen que hacerse cargo de los detalles, regresan a casa. Estaba pensando en esto en el parque y entra un WhatsApp de una joven de veintitantos que decía: “estoy cenando en casa de mis padres. Mi papá me extraña demasiado…”.
Al instante recuerdo los lloros de una madre, mientras cuenta la historia de su hija de treinta y dos años, “es que la quiero demasiado y me ha dicho que se va de casa. Será que ya no me quiere, con lo bien que estábamos y ahora mi hija se independiza….”
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